México exportó productos automotrices al mundo por un valor de 92,464 millones de dólares de enero a septiembre, con una participación de 84% de las dirigidas a Estados Unidos, lo que conlleva un riesgo de alta dependencia, coincidieron analistas del sector.
“Aun si no estuviera en renegociación el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) o si Donald Trump no hubiera llegado a la Presidencia de Estados Unidos, tener una concentración mayor a 80% de las exportaciones en un solo mercado es preocupante”, opinó Alejandro Rodríguez, analista de la consultoría estadounidense Plante Moran.
De 2013 a 2016, del total de exportaciones mexicanas automotrices al mundo, las destinadas a Estados Unidos tuvieron una cuota que fluctuó entre 82.7 y 85.2%, de acuerdo con datos del Banco de México.
“Este alto porcentaje es parte de lo que explica la presión del presidente Trump para renegociar el TLCAN”, dijo José Luis de la Cruz, director general del Instituto para el Desarrollo Industrial y el Crecimiento Económico (IDIC).
El sector automotriz de México entró en una etapa de auge en los últimos años a partir de la estrategia de empresas ensambladoras de reducir costos y aprovechar las ventajas logísticas por la vecindad con Estados Unidos.
Rodríguez expuso que la plataforma de producción de México está conformada sobre todo por vehículos ligeros, mientras que el mayor dinamismo en las ventas en el mercado estadounidense lo presentan las camionetas, lo que también implica otro desafío para las ensambladoras localizadas en el territorio mexicano.
La integración de las industrias automotrices de Estados Unidos, Canadá y México comenzó décadas antes del TLCAN. Sin embargo, los aranceles y las barreras no arancelarias agregaron un costo adicional y complicaron el flujo de componentes y vehículos terminados entre los tres países.
En algunos casos, esto llevó a los fabricantes a producir motores, transmisiones u otros productos similares en cada país, incluso cuando hubiera sido más eficiente fabricarlos en un solo lugar. Una serie de acuerdos comerciales y cambios de política interna en cada país permitieron una integración mucho más estrecha de la fabricación de automóviles de América del Norte.
El TLCAN ayudó a consolidar las reformas de la industria automotriz de México al eliminar gradualmente los decretos restrictivos automotrices. También incluyó la eliminación gradual de muchas barreras no arancelarias al comercio, estableció provisiones uniformes de país de origen, fortaleció los derechos de propiedad intelectual, requirió prácticas de contratación menos restrictivas por parte del gobierno mexicano y eliminó los requisitos de desempeño para los inversores de terceros países.
De la Cruz destacó que si la renegociación del TLAN afecta el vínculo automotriz México-Estados Unidos, habrá riesgos para las empresas de ambos países.
Consideró que si se pactara hacer más restrictivas las reglas de origen del TLCAN –a lo que se oponen las empresas armadoras-, se tendrían que establecer plazos de entre cinco y 10 años para poner en vigor estos cambios, con el objetivo que haya una gradual atracción de inversiones para sustituir insumos y partes de terceros países.