La agencia de promoción de la inversión extranjera de Costa Rica emprendió una estrategia de atracción de inversiones en este sector que tuvo su mayor éxito cuando consiguió atraer la instalación de una planta de microprocesadores de Intel en 1997, una inversión por la que también competían Indonesia, Tailandia, el Brasil, la Argentina, Chile y México.
Según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), en la decisión de Intel pesó la cercanía de Costa Rica a los Estados Unidos y su mano de obra relativamente barata y bien cualificada, pero fue también fundamental el esfuerzo del Gobierno, que ofreció un paquete de incentivos muy generoso.
La planta de Intel representó un salto en la capacidad exportadora del país. La inversión acumulada hasta 2014 alcanzó los 1,700 millones de dólares; la planta llegó a tener 3,000 trabajadores con salarios de más del doble del promedio registrado en la manufactura del país y en ella se originaba un quinto de todas las exportaciones de Costa Rica, aunque 82% de esas exportaciones correspondía a componentes importados.
De hecho, entre 2005 y 2014, Intel exportaba casi tanto como todo el resto del sector de la electrónica de Centroamérica. La planta producía 0.6% del PIB del país.
La Cepal destacó que Intel llegó a tener 190 proveedores locales y buena parte de ellos afirmaron haber recibido entrenamiento por parte de la transnacional o haber cambiado sus prácticas o sus productos en respuesta a sus requerimientos.
Además, la actividad de Intel incentivó la llegada de FedEx y United Parcel Service of America (UPS), importantes empresas de logística, y promovió la inversión en educación y capital humano en el país. No obstante, el impacto de Intel en materia de externalidades tecnológicas ha sido más bien escaso, porque los vínculos con las empresas locales se limitaban a las actividades periféricas.
En 2014, Intel decidió cerrar su planta en Costa Rica como respuesta a un cambio global en la demanda de microprocesadores, causado a su vez por el estancamiento de la demanda de computadoras en favor de los dispositivos móviles. La empresa despidió a 1,500 trabajadores de la planta de producción, pero decidió mantener en el país las operaciones de ingeniería y diseño, y amplió el centro de servicios compartidos, con lo que ha mantenido el nivel de empleo en torno a 2,000 personas, con un perfil promedio más cualificado; el salario medio de Intel es ahora seis veces superior al salario industrial del país. Además, el valor agregado local subió de 18 a 44% y las oportunidades de externalidades han aumentado.
Desde el cierre de la planta de Intel las exportaciones de aparatos electrónicos desde Centroamérica han vuelto a dimensiones más modestas, pero siempre a cargo de empresas extranjeras. En Costa Rica y la República Dominicana se mantiene la producción de interruptores y cables para transmisión de corriente, pero ambos países han ido perdiendo cuota de mercado en los Estados Unidos.