La OMC destacó el impacto del cambio climático en la seguridad del Sahel en su informe anual sobre el comercio mundial, difundido este lunes.
El Sahel es una zona de transición semiárida que divide el desierto del Sahara al norte y el África tropical al sur.
Pero mientras que la agricultura y la ganadería siguen siendo el principal pilar económico de la región, la disponibilidad de alimentos, agua y energía, y en definitiva la seguridad de la región, están en riesgo como consecuencia del cambio climático.
Los sucesivos años de escasas precipitaciones y las frecuentes sequías han empujado a las poblaciones de pastores a migrar a regiones más húmedas durante períodos más largos.
Al mismo tiempo, las migraciones de los pastores a las tierras ocupadas por los agricultores sedentarios pueden provocar conflictos por el uso de la tierra y otros recursos.
Los enfrentamientos suelen producirse periódicamente, sobre todo en torno a los recursos hídricos y el forraje, y en las zonas con un menor nivel de productividad agrícola.
Según la OMC, se prevé que el cambio climático agrave estos problemas al prolongar la estación seca anual y, por tanto, el periodo durante el cual la misma tierra se utiliza tanto para la maduración de los cultivos como para el ganado errante, lo que aumenta aún más el riesgo de conflicto.
Cambio climático
La OMC indicó que se ha comprobado que un aumento de 1°C en la temperatura aumenta la probabilidad de conflicto entre agricultores y pastores en 54% en el Sahel, en comparación con un aumento de 17% en la probabilidad de conflicto en lugares donde los agricultores y los pastores no tienen que competir por el acceso a los limitados recursos de tierra y agua.
Estos conflictos limitan la capacidad de las comunidades locales para adaptarse al cambio climático, creando potencialmente una “trampa de conflicto climático”.
También la inestabilidad inducida por el cambio climático puede afectar al comercio, incluido el comercio transfronterizo a pequeña escala.
Los conflictos destruyen el suministro de alimentos y la capacidad de producción de las explotaciones agrícolas y, en última instancia, disuaden la inversión en toda la cadena de valor agrícola.
Esta inestabilidad de los mercados agrícolas se traduce a menudo en un aumento de los precios de los alimentos, que afecta de forma desproporcionada a los hogares más pobres.
En este contexto, las estrategias de gestión de riesgos, incluidas las inversiones agrícolas resistentes al clima, la diversificación de cultivos, los seguros y las redes de seguridad, pueden ayudar a los agricultores a adaptarse al cambio climático, al tiempo que mitigan los riesgos de conflicto.