México depende de las importaciones de maíz para alimentación animal y, al mismo tiempo, concilia las preocupaciones con los costos asociados con sus políticas restrictivas contra el cultivo de maíz transgénico, indicó un análisis del Departamento de Agricultura de Estados Unidos.

El Gobierno de México ha instituido políticas comerciales que permiten a los usuarios obtener alimentos y granos de alimentación de manera competitiva en los mercados globales para evitar mayores costos para los consumidores mexicanos de productos cárnicos, lácteos y aves de corral.

Consecuentemente, las importaciones de maíz blanco y amarillo provienen de países que producen principalmente cultivos transgénicos como Estados Unidos, Argentina, Brasil y Sudáfrica, según datos del Sistema de Información Agroalimentaria y Pesquera (SIAP).

Si bien la producción de algodón es importante, representa solo del 50 al 75% del consumo interno de México.

Estados Unidos es el principal proveedor de algodón para México y representa casi el 100% de las importaciones totales.

Maíz, soya y canola

También México depende de la importación de semillas oleaginosas de Ingeniería Genética (GE, por su sigla en inglés), como la soya y la canola. La soja importada es principalmente de Estados Unidos y la canola importada es principalmente de Canadá.

En general, los consumidores, productores, importadores y minoristas mexicanos permanecen desconectados del debate sobre biotecnología, y estos últimos a menudo optan por permitir que las asociaciones comerciales de la industria realicen un cabildeo significativo y un mayor alcance educativo.

Hay más preocupación por el precio y la calidad de los alimentos que por su composición genética.

Sin embargo, los consumidores en todo el espectro socioeconómico generalmente hacen una distinción entre el maíz convencional y genéticamente modificado, ya que muchos tienen preocupaciones sobre la integridad de las especies de maíz nativas de México.

En México, el maíz es un símbolo del patrimonio, por lo que la aceptación de esta tecnología puede estar vinculada a la percepción de protección de esta planta nativa. Este debate lo amplían las ONG que se oponen a la adopción de esta tecnología.