El principal impacto del rescate financiero automotriz de Estados Unidos en 2008-2009 fue salvar puestos de trabajo en General Motors, afirmó la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) en un reciente reporte.
Sin embargo, la recesión económica hizo que esta empresa redujera la producción y el empleo, a pesar del rescate. Además, en la medida en que la situación económica mejoraba, los fabricantes japoneses Toyota Motor y Honda continuaron invirtiendo en los Estados Unidos y generando nuevos puestos de trabajo.
A fines de 2008, la recesión económica afectó negativamente la demanda y los ingresos de los principales fabricantes estadounidenses se redujeron. Esto llevó a Chrysler y General Motors a buscar la protección estipulada en el capítulo 11 de la Ley de quiebras.
General Motors, Ford Motor y Chrysler también arrastraban graves problemas estructurales asociados a los elevados costos laborales, sobre todo los costos heredados vinculados a las pensiones y los seguros de salud de los jubilados.
Asimismo, las mayores restricciones al crédito, como resultado de la crisis, obstaculizaron la capacidad de los fabricantes para negociar préstamos con los bancos que les ayudaran a sobrevivir a la caída de la demanda y lograr acceder a créditos para la compra de automóviles nuevos.
Finalmente, debido al aumento del precio del petróleo, se registró una gran disminución en la demanda de vehículos comerciales livianos y camionetas, superior a la de otros segmentos. Este tipo de vehículos eran los más rentables para los fabricantes estadounidenses, y General Motors, Chrysler y Ford Motor eran especialmente dependientes de ellos.
Chrysler y General Motors recibieron préstamos por un total de 62.000 millones de dólares del Departamento del Tesoro de los Estados Unidos a través del Programa de Financiamiento de la Industria Automotriz, bajo el Programa de Rescate de Activos en Problemas, en diciembre de 2008 y julio de 2009.
Los préstamos del Programa de Financiamiento de la Industria Automotriz estaban condicionados a que los solicitantes lograran presentar un plan viable de reestructuración.
En abril de 2009, Chrysler y General Motors se acogieron a las disposiciones del capítulo 11 de la Ley de quiebras, y se establecieron ambiciosos planes de reestructuración que contemplaban la renegociación de la deuda y los contratos con los sindicatos de trabajadores, el cierre de plantas, la venta de activos, la reducción del número de distribuidores y la asociación, en el caso de Chrysler, con el fabricante italiano Fiat.
Confiados en el éxito de la reestructuración de ambas compañías, los Gobiernos del Canadá y los Estados Unidos otorgaron abundantes recursos financieros. Ford Motor, que originalmente pidió ayuda gubernamental junto con Chrysler y General Motors, usó una línea de crédito de 10,000 millones de dólares que había asegurado antes de la crisis y continuó operando sin préstamos del Gobierno.
Los fabricantes estadounidenses lograron de este modo alinear mejor los planes de producción con las exigencias de los consumidores. De hecho, producto de la reestructuración, con menos plantas operativas y menores obligaciones de deuda, General Motors y Chrysler mejoraron en términos de flexibilidad y lograron adaptarse rápidamente a los cambios de la demanda. Asimismo, la nueva estructura salarial negociada con los sindicatos contribuyó a la reducción de costos y al descenso en la producción en los Estados Unidos de vehículos que no eran rentables, en especial automóviles compactos.
La crisis afectó negativamente a todos los fabricantes de vehículos, pero fue mucho menos intensa para los fabricantes extranjeros con operaciones en los Estados Unidos. En general, las empresas japonesas y alemanas tenían menores costos fijos y una oferta de productos más equilibrada y alineada con las necesidades de los consumidores. De hecho, vendían más automóviles de pasajeros que vehículos todoterreno ligeros, camiones livianos y camionetas.
Muchos analistas desaprobaron las medidas adoptadas por el Gobierno, ya que planteaban que Chrysler iría a la quiebra, incluso con un rescate, y que Ford Motor realmente no lo necesitaba.